Nací en León el año que murió Marilyn, pero a los cuatro años llegué a Madrid con mi familia en busca de un futuro. Por aprovechar el viaje me quedé más de medio siglo. Bueno, de buscar futuro se encargaban mis padres. Yo solo comía, y de qué manera, hacía mis necesidades fisiológicas y dormía como un ceporro, en opinión de mi madre que en gloria esté. Crecí en una casa con taza de váter compartido para tres familias y, desde entonces, presumo con orgullo de mis orígenes arrabaleros. La heroína se llevó a mucho de los amigos con los que jugaba a las chapas y de ese entorno han surgido muchos de mis escritos. Yo tuve más suerte. Tanta como para ser el primer universitario de la familia y hacerme periodista.
Disfruté del oficio cuando todavía había télex, se fumaba y se bebía en las redacciones. Sí, soy un nostálgico de aquellos días y también se ha reflejado en más de una página de mis novelas. He vivido con dignidad del oficio durante más de 30 años hasta que me quedé sin un trabajo estable. No me quejo. Desde entonces sobrevivo con peonadas y me dedico a la narrativa en mi calidad de 'escritor de culto'. Dícese de aquel que no firma en la Feria del Libro ni en la caseta del perro.
Continuará... (o eso espero)
Ignacio, apodado el Chule por sus amigos del barrio, vive en una zona paupérrima del Madrid de finales del franquismo. Su infancia transcurre entre las enseñanzas de un cura 'rojo' de la época, la lectura de los tebeos del Capitán Trueno y el enamoramiento de Rosaluz en la que ve a su particular Sigrid.
Paula, una mujer que vive sus últimos años en una residencia de ancianos, cree reconocer a su antiguo amor de juventud en un hombre que acaba de ingresar en el centro. La sorpresa le hace revivir su pasada relación, marcada por la pasión y el abandono, a la vez que repasa los añorados tiempos junto a su madre y su tata. Relato intimista tejido con hilos de nostalgia.
Marcos Torralba es un arquitecto de prestigio que lleva una vida envidiable: mujer atractiva, hijos sanos, buen sueldo, casa lujosa. Pero las claves de su existencia son otras que subyacen tras ese escaparate. Los bajos fondos, los vicios inconfesables, la sordidez que se esconde debajo de alfombras de diseño y las apariencias sin sentido.
Lucho, periodista de la vieja escuela, Orencio, concejal propenso a las corruptelas, y Jacinta, aspirante a 'starlette' del cinematógrafo que ve frustrados sus sueños bajo las farolas de un Madrid golfo y noctámbulo conforman este triángulo que sustenta la trama. Un microcosmos por el que transitan inadaptados, fracasados con trienios, amores imposibles, deseos y arrebatos al compás de una guitarra flamenca.
Arturo Bejarano, solterón, recién estrenado sesentón, parado de larga duración, con evidente sobrepeso y alopécico tiene ciertas veleidades poéticas. Un día se reencuentra con Maruchi, una amiga de la infancia ya jubilada, también solterona y aburrida de la vida. En una comida surge la afición literaria de Arturito, un tipo anclado en el pasado y a mucha honra, y a ella se le ocurre que escriba su autobiografía por entender que una vida de mierda como la de su viejo amigo puede tener su atractivo si se gestiona bien. Para ello se convierte en su agente literario y contacta con la modernísima y cultureta influencer Saray, autora del exitoso blog ‘Caray con Saray’.
Nada tiene que ver la ideología, o no debería, con el reconocimiento hacia el adversario político. Al César lo que es del César y a Alberto también. Esta estrategia, que uno se imagina informal en sintonía con la hilaridad implícita, del "a ver, Pedro, tú me dejas gobernar dos añitos, que se pasan volandiño, y después ya lo vamos viendo" no está al alcance de cualquiera.
© Derechos de autor. Todos los derechos reservados.