VIDA DE PERRO

Ladro luego existo

Mi Currito.
photo_camera Mi Currito.

He oído tantas veces eso de “solo le falta hablar” que me gustaría atribuirme un instante ese don solo para contestar a quien, con ese maldito tópico, me pretende elogiar. Por ejemplo, decirle “justo es lo que a ti te sobra, bocachancla” ¿No se dan cuenta de que, si ese deseo se cumpliera, podríamos acabar, no sé, de charlatanes de feria o, mucho peor, de tertulianos de televisión?

¿Tan mal nos quieren con todo lo que se llenan la boca con aquello de ‘él nunca lo haría’ (que ya es mucho suponer) y sandeces de ese pelo? Debe ser que me he levantado esta mañana con la pata izquierda, la que normalmente despego por inercia del suelo para mear a eso de las siete de la mañana.

Es cuando mi humano, o lo que sea —hay que conocerle para entender la duda— me saca a la calle en primer turno haga frío o calor. Aun a riesgo de ser contradictorio, a veces echo en falta la expresión oral para, por ejemplo y de manera prioritaria, defecarme en sus muertos cuando tengo que salir en pleno invierno a esas horas. Todavía de noche, con la legaña puesta y las pelotas escarchadas nada más iniciar el izado de mi cuarto trasero. Y todo ese sofocón para verter de mala gana mi orín humeante por la rasca en cualquier rueda de coche ¿De verdad que esa mierda de misión merece esos madrugones?

Tengo de media tres tramos horarios asignados: pre-desayuno, comida y cena. Salvo que mi tutor, soltero y sin mayor compromiso que recoger mis excrementos —y eso únicamente si le observa alguien en un radio prudencial— encuentre en el parque a una seductora mujer (o simplemente a una mujer que tampoco está para elegir) con un colega canino amarrado a una correa.

Entonces me marea como salvoconducto para sus potenciales conquistas. Cuando eso ocurre, con demasiada frecuencia para mi gusto, los dos nos vemos casi obligados a olisquearnos los culos. No considero preciso especificar a qué dos me refiero. Los humanos no lo tienen por costumbre, al menos generalizada, aunque sí se meten el dedo en el orificio anal ya sea por gusto o por prescripción médica.

De pequeño me hubiera gustado ser perro-policía, pero me da que sería demasiado vicioso para limitarme a oler los fardos de hachís sin catarlo. Debe ser por eso que me gustan las series de tiros y ya no me refiero a la droga

El olisqueo mutuo viene a ser una forma eficaz de demostrarles que somos seres más avanzados ajenos a preámbulos. Nos ahorramos Tinder y la cena con velas. Vamos a lo que surja y vamos a 'chuchillo' (juego de palabras por si hay humanos que no alcanzan mi intelecto; de los demás perros no opino).

Si cuaja, al lío y nada de ya te ladraré para quedar. No me importa hacer el paripé si se trata de un perro generacionalmente cercano, pero ya no estoy en edad de aguantar a un cachorro alborotado. Hace gracia desde fuera, pero la incertidumbre de no saber si, en su alocada actitud, te va a dispensar un cariñoso lametazo o morderte un huevo no es plato de gusto.  Conste que no me quejo.

Llevo una vida de perro que ya la quisiera quien se inventó el tópico. Y eso pese a que me convence poco o nada la proporción de esperanza de vida que nos han asignado. No sé si fue en el arca de Noé donde se hizo el reparto, pero siete años por uno de un humano se antoja desproporcionado

Llevo una vida de perro que ya la quisiera quien se inventó el tópico. Y eso pese a que me convence poco o nada la proporción de esperanza de vida que nos han asignado. No sé si fue en el arca de Noé donde se hizo el reparto, pero siete años por uno de un humano se antoja desproporcionado. Mas conociendo a algunos de ellos que, de imperar el orden inverso, no hubieran alcanzado la edad adulta y esas atrocidades nos hubiéramos ahorrado. Y todavía hay quienes se preguntan cómo nos pueden querer más que a algunas personas.

Como tampoco me parece de recibo que una tortuga, un ser más aburrido que un ascensor sin espejo, venga a ser la Jordi Hurtado del reino animal mientras nosotros no alcanzamos ni para ser presidente suplente de mesa electoral.  Me abandonaron en el vertedero de un arrabal, de ahí acaso este lenguaje ordinario, y ahora vivo en un cuco loft en el centro. Todo sin necesidad de dar ni palo.

De pequeño me hubiera gustado ser perro-policía, pero me da que sería demasiado vicioso para limitarme a oler los fardos de hachís sin catarlo. Debe ser por eso que me gustan las series de tiros y ya no me refiero a la droga.  Y eso que Demetrio, sí así se llama mi amo y señor, no tengo nada que ver, primero probó con ‘101 dálmatas’ y ‘La dama y el vagabundo’, pero ninguna me convenció. En el primer caso no soy de multitudes y en el segundo nadie se cree que una Tamara Falcó canina se enamorara de la mascota de un perroflauta ¿Por quién nos toman?